sábado, 22 de enero de 2011

El Rey y la conciencia

Juan Manuel de Prada no es sólo un apologista católico sino un sólido pensador contrarrevolucionario. Pero «los suyos» le hacen muchos ascos, por lo menos en España, quizá porque aquí, entre la derecha, pesan las burlas que le ha prodigado F.J. Losantos. Al Embajador casi se lo comen los comentaristas la última vez que le elogió un poquito.  Los argentinos le quieren mejor, por ser un propagandista del P. Castellani. Hace unos días supe por el Coronel Kurtz que Prada había dedicado una sesión de su programa de televisión al Apocalipsis. Recomiendo verlo (aquí).

El siguiente programa ha tratado sobre monarquía y república. Como en el anterior, interviene brillantemente Miguel Ayuso, un carlista «sixtino» de grandes saberes. Otro de los invitados es don Dalmacio Negro, quien observa que, a raíz de la crisis económica, Europa se encuentra en «situación prerrevolucionaria». Y otro, Alfonso Ussía, muy en su papel de adalid juanista.

Al final del programa, Ussía suelta el bombazo: el Papa le dijo al Rey que debía firmar la nueva Ley del Aborto. «El Rey fue a ver al Papa diez días antes y el Papa dijo: "Cumpla usted con su obligación. Su deber es cumplir con la Constitución". [...] El Rey fue personalmente a ver al Papa, a pedirle un poco la venia para la firma [...] Tuvieron una larga conversación. El Rey le expuso al Papa sus problemas de conciencia por la firma de esa ley, y el Papa le dijo: "Tiene usted que cumplir con sus obligaciones constitucionales"». Ussía declara conocer los hechos con «absoluta certeza».

Sobre esta mentira descarada se podrían decir muchas cosas. Ante todo, que califica a quien la propala. Que intenta favorecer la imagen del Rey a costa del Papa ante un público católico, al que Ussía toma por idiota... Se podría recordar cómo el propio Ussía ha reprobado más de una vez a quienes difunden supuestas declaraciones del Rey en conversaciones privadas, porque tales revelaciones, aunque sean exactas, violan la confianza del Rey, y si no lo son, le dejan además indefenso porque los Reyes no confirman ni rectifican el contenido de conversaciones privadas. Pues si es así con el Rey, ¡cuánto más con el Papa!

Todo el chisme es inverosímil. Que el Rey consulte, que el Papa conteste así... Y sobre todo que se lo cuenten a Ussía. Lo que yo sé del trato de Ussía con la persona y Casa de S.M. –también con «absoluta certeza»– es que en la Zarzuela ni siquiera contestan a las cartas de felicitación que manda el periodista con motivo de Pascuas, natalicios y divorcios.

Pero lo que yo quisiera destacar de todo el cuento es esa idea de obediencia ciega a la jerarquía que supuestamente habría guiado al Rey. Esa mentalidad que lleva a muchos católicos actuales –papólicos, más bien– a eximirse de sus propias decisiones y hurtar los asuntos morales al fuero de la conciencia, sometiéndolos a un Director, Superior, Obispo o Papa que les diga: «haz esto». Es de agradecer que el Rey no practique esa clase de obediencia. Lo triste es que tampoco actúe en conciencia.

viernes, 24 de diciembre de 2010

En el Portal de Belén

En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna. Todo tiene un sabor originario y nos recuerda los días de la creación. El tiempo en que la humanidad era inocente y en la tierra todo era amable y hermoso: todo era bueno. El Portal de Belén es un revival del Paraíso. Es como el alma de la Virgen: un reducto donde el pecado no tiene poder. Aquí todo es gracia, armonía y belleza. Aunque se cierne la sombra ominosa de un destino terrible.

La Virgen, como Árbol de la Vida, sostiene en sus brazos el fruto delicado y precioso de sus entrañas. Nos lo ofrece; y nosotros Le adoramos sin codiciar la ciencia del bien y del mal.

Como muestra de la armonía de la creación, los animales sirven de gentil compañía a la Sagrada Familia. No sólo la mula y el buey, que miran pasmados y adoran el misterio del Verbo hecho carne. O los corderos que aquí y allá nos recuerdan el destino que le espera al Niño. (La Virgen le llama «corderico mío», ¿sin saber lo que dice? ¡Vaya si lo sabe!). Sino también ardillas, liebres, pajaritos, y hasta los ratones y demás sabandijas que, lejos de ser molestas, participan del ambiente religioso y familiar. El Niño mete la mano en la hura del áspid. Todavía no hay hostilidades, pero día vendrá en que Él y su Madre aplastarán la cabeza de la serpiente.

Se suele ponderar la pobreza en que nació Jesús. La canastilla, la cuna que con amor y primor le habían preparado sus padres... todo se quedó en Nazaret. Sólo pudieron traer algunos pañales. Jesús nació pobre, sí, pero no menesteroso, porque en el Portal de Belén a la Sagrada Familia «nada le falta». Ningún niño ha dormido en colchón de plumas con la placidez de Jesús en el pesebre, carne y heno. En un tinado derruido, casi a la intemperie, el Niño no pasa frío. No corre un viento helado, sino aquella brisa del Edén, a cuyo frescor paseaban juntos Dios y el hombre.

El Padre Eterno quiso que la llegada de Cristo al mundo fuera dulce. Si hubiese querido darle ya a probar sabores acres, habría puesto aquí a Estefatón, con su esponja de vinagre. Y no la leche purísima de los pechos virginales de la Madre Inmaculada.

Esta es la hora del álef. Lo proclama la cara del buey que mira todo pacíficamente. La noche luminosa. Habrá después una hora amarga de la tau, en que las tinieblas cubran el día, pero todavía no ha llegado esa hora.

Esta noche, la Virgen da a luz a su Primogénito como a un rayo de Luz. Parto letífico. Ya llegará el día en que nos alumbre a nosotros, sus hijos pecadores, entre dolores terribles y cruentos, y frente a la amenaza del dragón.

Esta noche los ángeles cantan: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».

domingo, 19 de diciembre de 2010

La tiara (II)

En el sacerdocio levítico, la tiara –ceñida de una sola diadema de oro– era un paramento litúrgico. Insignia del Sumo Sacerdote, quien la recibía en su consagración.
«[Moisés] le impuso a Aarón la túnica y se la ciñó con la faja, le vistió con el manto, le puso encima el efod y se lo ciñó atándoselo con la cinta del mismo efod. Luego, le impuso el pectoral en el que depositó el urim y el tummim. Le cubrió la cabeza con la tiara y puso en su parte delantera la lámina de oro, la diadema santa, como había mandado el Señor a Moisés». (Lev 8, 7-9).
La Iglesia, nueva Israel, asumió esta tradición sagrada al mantener la tiara como insignia del Sumo Pontífice. Pero las diademas pasaron a ser tres, número místico que significa plenitud, para expresar la plenitud del sacerdocio de Cristo, y también la plenitud de potestad de la Iglesia: la «tríplex potestas».

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Purísima

¿Qué cosa más blanca que el cándido lirio?
¿Qué cosa más pura que el místico cirio?
¿Qué cosa más casta que el tierno azahar?
¿Qué cosa más virgen que leve neblina?
¿Qué cosa más pura que el  ara divina
de gótico altar?
(...)

¡Oh mármol! ¡Oh nieves! ¡Oh inmensa blancura
que esparces doquiera tu casta hermosura!
¡Oh tímida virgen! ¡Oh casta vestal!
Tú estás en la estatua de eterna belleza,
 de tu hábito blanco nació la pureza,
 ¡al ángel das alas, sudario al mortal!

Tú cubres al niño que llega a la vida,
coronas las sienes de fiel prometida,
al paje revistes de rico tisú.
¡Qué blancos son, reinas, los mantos de armiño!
¡Qué blanca es, oh madres, la cuna del niño!
¡Qué blanca, mi amada, qué blanca eres tú!

M. GUTIÉRREZ NÁJERA



Señora: las montañas
con su mantilla blanca inmaculada,
el brillo de la estrella,
el amor abnegado de las madres,
el agua casta y clara de la fuente,
el profundo saber de los humildes,
los ojos de los niños
(que pueden ver a Dios), las azucenas,
las alas de paloma,
la Caridad que no busca el aplauso
ni el agradecimiento,
la melodía de las voces blancas...
Cuanto de bello hay
en este mundo impuro, corrompido,
es un rastro de Tí, de tu pureza.
Promesa de que un día venidero
Israel llegará como una novia
hasta el solio divino,
envuelta en blanco tul y en azahar,
limpia de sus pecados (de los míos).
Y el Señor de los Cielos
al mirarla dirá: «¡Qué guapa! Tienes
los ojos de tu Madre».

sábado, 13 de noviembre de 2010

La basílica y la lira

A los nacidos en esta época decadente nos parece sufrir un exilio en el tiempo. Nuestra patria fue este suelo... pero en otra época. Nos vemos como los hebreos deportados en Babilonia.

Pero un hecho reciente me ha hecho reconciliarme con el tiempo en que vivimos: la consagración de la Basílica Expiatoria Nacional de la Sagrada Familia de Barcelona. Tal esplendor del arte sacro y de la liturgia parecía impropio de esta época. La cítara se ha descolgado del sauce, y en manos de un vate anónimo ha sacado de él todo el genio grandioso del Catolicismo. Ut lyra Christus.

martes, 12 de octubre de 2010

La tiara (I)

Hemos tenido noticia de una nueva muestra de la recuperación de la tiara en el escudo de armas del Papa actual. Un goteo que empezó al menos en 2008. De forma paulatina, el stemma timbrado de tiara ha ido apareciendo en diversos soportes: ornamentos litúrgicos, el remate de un trono, el dintel de una dependencia vaticana, la fachada de una iglesia de la Urbe... Como in crescendo. El domingo pasado, en el repostero que guarnecía la ventana desde donde el Papa dirigió el rezo del Ángelus.

La jota quiso cantar

La Pilarica en el Cielo
la jota quiso cantar.
De oírla, los angelitos
se pusieron a bailar.